La última defensa

Este verano, por compromisos familiares y de amistad, hemos repartido nuestras vacaciones por varias poblaciones costeras, para ser precisos Calahonda, Motril, las dos en la provincia de Granada, y Tarifa en Cádiz. Tenemos por costumbre llevar a los niños fruta o algo de merienda, en una bolsa de plástico, en la que depositamos los restos de la comida o diferentes tipos de residuos para que no manchen el resto de cosas que acarreamos a la playa, pero este año por las razones que paso a describir le he dado otros usos.

Tengo por conciencia ecológica dejar los sitios por los que voy tal y como me los encontré, sin huella de mi paso que, para que nos entendamos, no se trata de la marca física de la presión de mis pies sobre la arena, sino de desechos o residuos fruto de mi actividad. Esto lo hago en todos los sitios, pero en las playas tomé una actitud más activa y sin proponérmelo cogía los plásticos que olvidaban los ocupantes de mi entorno, empecé a recoger las bolsas que veía flotando en la orilla, los plásticos que me encontraba mientras nadaba me los metía bajo el bañador, me lanzaba a la carrera de las bolsas que llevadas por el viento se dirigían al mar, no de manera activa, ciñéndome al espacio por el que transitaba. Cada mañana rellenaba una o varias bolsas.

Botella abandonada en la orilla. Fuente Pixabay

Botella abandonada en la orilla. Fuente Pixabay

Tengo que decir que en un principio calmaba mi conciencia diciéndome que esta botella o esta bolsa de patatas no ha acabado en el mar, muchas otras lo harán, pero ésta no.

Me decía que si cada uno se responsabiliza de su área de influencia podíamos cambiar la tendencia de destrucción del mundo que habitamos. Pero veo que eso no es posible, aunque es fundamental la concienciación en la preservación del medio ambiente, y aunque se haga al individuo responsable del daño que ocasiona, seguiría siendo insuficiente. No digo que no haya que invertir mucho más activamente en políticas de concienciación, son fundamentales, pero seguiría siendo insuficiente. Con que un porcentaje mínimo no se concienciase la basura aún sería siendo descomunal, porque somos muchos.

Mi hijo de 9 años después de verme recoger, de que le enviara a la captura de una bolsa viajera y explicarle que éste o aquel plástico podían ser responsables de la muerte de algún animal sin ningún sentido en la cadena alimenticia, recogía basura de motu propio con la actitud de protector atento. Se me acercaba desde la orilla con cara indignada despotricando de lo guarra que era la gente mientras iba sacando objetos de su bañador. Dilo bien alto que te oigan bien, pensaba.

La concienciación no solucionará el problema pero facilitará la adopción de las medidas que si lo harán.

Los científicos lo dicen, y en las novelas y películas de ciencia ficción así se refleja, la muerte de los mares será el comienzo del fin de nuestro mundo. No nos daremos cuenta hasta que sea demasiado tarde porque nuestra capacidad para observar el medio marino es infinitamente inferior a la del medio terrestre. Cuando alguno de los eslabones de la cadena alimenticia marina no pueda digerir el exceso de plástico y contaminantes en su dieta caerán todas las fichas una tras otra.

 

 

La sociedad actual tiene una actitud depredadora ante el mundo, y en vez de tomar medidas para evitar el daño al medio, las toma para perjudicarle por favorecer los intereses económicos presentes. Se toman, medidas para evitar la reutilización, su reducción, de envases (RD de comercialización del aceite) y se favorece que los envases sean cada vez de menor capacidad produciendo así más desechos. Interesa el aumento en el consumo y el beneficio final al vender más cantidad de un producto al venderlo en menores porciones, frente al perjuicio que ocasiona para el medio ambiente millones de envases y envoltorios de más que acaban en nuestro mar, a la vez que se emiten millones de toneladas de CO2 al necesitar de más material para su comercialización.

Es por esto que si es importante la reducción de la dependencia de los materiales derivados del petróleo a nivel mundial, en las poblaciones costeras, el control de los envases plásticos, es perentorio, porque son la última defensa.

                La medida es sencilla, y se puede hacer porque hace tres décadas lo hacíamos, esto es lo de sustituir esos envases plásticos por otros reutilizables, y no digo reciclables, y volver a la práctica de premiar al usuario por la devolución del envase, como también hacer responsable a la empresa que vende el producto de todo el producto que vende, incluso el envase, y sancionarla si su producto contamina.

En el punto específico de la botella de agua, las empresas podrían elaborar unidades de venta de botellas reutilizables donde se podría adquirir la botella rellena a un elevado precio, rellenar de líquido a un precio muy reducido o devolver el envase con devolución de un importe elevado. Esto favorecería que el usuario se preocupase en no generar basura.

En referencia a las bolsas de plástico para ciudades costeras habría que adelantarse a la normativa europea que las prohíbe para 2018 porque somos la última defensa y vamos perdiendo la batalla.

Antes de que le diera salida a este artículo he leído El Semanal de El País el siguiente artículo: “Los eficaces cajeros “acuáticos””. Que lo que propongo ya se hace y es posible, solo es necesario voluntad política.

Fuente: El semanal  de 13/09/15, El País.

Fuente: El semanal de 13/09/15, El País.

Incluyo un enlace  a una escena de American Beauty que describe con belleza la itinerancia de una bolsa de plástico.

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